Tuesday, March 13, 2007

LA SOLEDAD DE AMERICA LATINA

Gabriel García Márquez

(Discurso premio Nóbel 1982)

Antonio Pigafetta, un navegante florentino queacompañó a Magallanes en el primer viaje alrededor delmundo, escribió a su paso por nuestra Américameridional una crónica rigurosa que sin embargo pareceuna aventura de la imaginación. Contó que había vistocerdos con el ombligo en el lomo y unos pájaros sinpatas cuyas hembras empollaban en las espaldas delmacho, y otros como alcatraces sin lengua cuyos picosparecían una cuchara. Contó que había visto unengendro animal con cabeza y orejas de mula, cuerpo decamello, patas de ciervo y relincho de caballo. Contóque al primer nativo que encontraron en la Patagonialo pusieron enfrente de un espejo, y que aquel giganteenardecido perdió el uso de la razón por el pavor desu propia imagen.Este libro breve y fascinante, en el cual ya sevislumbran los gérmenes de nuestras novelas de hoy, noes ni mucho menos el testimonio más asombroso denuestra realidad de aquellos tiempos. Los cronistas deIndias nos legaron otros incontables. El Dorado,nuestro país ilusorio tan codiciado, figuró en mapasnumerosos durante largos años, cambiando de lugar y deforma según la fantasía de los cartógrafos. En buscade la fuente de la Eterna Juventud, el mítico AlvarNuñez Cabeza de Vaca exploró durante ocho años elnorte de México, en una expedición venática cuyosmiembros se comieron unos a otros, y sólo llegaroncinco de los 600 que la emprendieron. Uno de losmisterios que nunca fueron descifrados, es el de lasonce mil mulas cargadas con cien libras de oro cadauna, que un día salieron del Cuzco para pagar elrescate de Atahualpa y nunca llegaron a su destino.Más tarde, durante la colonia, se vendían en Cartagenade Indias unas gallinas criadas en tierra de aluvión,en cuyas mollejas se encontraban piedrecitas de oro.Este delirio áureo de nuestros fundadores nospersiguió hasta hace poco tiempo. Apenas en el siglopasado la misión alemana encargada de estudiar laconstrucción de un ferrocarril interoceánico en elitsmo de Panamá, concluyó que el proyecto era viablecon la condición de que los rieles no se hicieran dehierro, que era un material escaso en la región, sinoque se hicieran de oro.La independencia del dominio español no nos puso asalvo de la demencia. El general Antonio López deSantana, que fue tres veces dictador de México, hizoenterrar con funerales magníficos la pierna derechaque había perdido en la llamada Guerra de losPasteles. El general Gabriel García Moreno gobernó alEcuador durante 16 años como un monarca absoluto, y sucadáver fue velado con su uniforme de gala y su corazade condecoraciones sentado en la silla presidencial.El general Maximiliano Hernández Martínez, el déspotateósofo de El salvador que hizo exterminar en unamatanza bárbara a 30 mil campesinos, había inventadoun péndulo para averiguar si los alimentos estabanenvenenados, e hizo cubrir con papel rojo el alumbradopúblico para combatir una epidemia de escarlatina. Elmomumento al general francisco Morazán, erigido en laplaza mayor de Tegucigalpa, es en realidad una estatuadel mariscal Ney comprada en París en un depósito deesculturas usadas.Hace once años, uno de los poetas insignes de nuestrotiempo, el chileno Pablo Neruda, iluminó este ámbitocon su palabra. En las buenas conciencias de Europa, ya veces también en las malas, han irrumpido desdeentonces con más ímpetus que nunca las noticiasfantasmales de la América Latina, esa patria inmensade hombres alucinados y mujeres históricas, cuyaterquedad sin fin se confunde con la leyenda. No hemostenido un instante de sosiego.Un presidente prometeico atrincherado en su palacio enllamas murió peleando solo contra todo un ejército, ydos desastres aéreos sospechosos y nunca esclarecidossegaron la vida de otro corazón generoso, y la de unmilitar demócrata que había restaurado la dignidad desu pueblo. Ha habido 5 guerras y 17 golpes de estado ysurgió un dictador luciferino que en el nombre de dioslleva a cabo el primer etnocidio de América Latina ennuestro tiempo. Mientras tanto, 20 millones de niñoslatinoamericanos morían antes de cumplir dos años, queson más de cuantos han nacido en Europa desde 1970.Los desaparecidos por motivos de la represión son casilos 120 mil, que es casi como si hoy no se supieradonde están todos los habitantes de la ciudad deUpsala. Numerosas mujeres arrestadas en cinta dieron aluz en cárceles argentinas, pero aún se ignora elparadero y la identidad de sus hijos, que fueron dadosen adopción clandestina o internados en orfanatos porlas autoridades militares. Por no querer que las cosassiguieran así han muerto cerca de 200 mil mujeres yhombres en todo el continente, y más de 100 milperecieron en tres pequeños y voluntariosos países dela América Central, Nicaragua, El Salvador yGuatemala. Si esto fuera en los Estados Unidos, lacifra proporcional sería de un millón 600 muertesviolentas en cuatro años.De Chile, país de tradiciones hospitalarias, ha huidoun millón de personas, el 10 por ciento de supoblación. El Uruguay, una nación minúscula de dos ymedio millones de habitantes que se consideraba comoel país más civilizado del continente, ha perdido enel destierro a uno de cada cinco ciudadanos. La guerracivil en el El Salvador ha causado desde 1979 casi unrefugiado cada 20 minutos. El país que se pudierahacer con todos los exiliados y emigrados forzosos deAmérica Latina, tendría una población más numerosa quela de Noruega.Me atrevo a pensar, que esta realidad descomunal y nosólo su expresión literaria, la que hoy ha merecido laatención de la Academia Sueca de las Letras. Unarealidad que no es la del papel , sino que vive connosotros y determina cada una de nuestras incontablesmuertes cotidianas, y que sustenta un manantial decreación insaciable, pleno de desdicha y de belleza,del cual este colombiano errante y nostálgico no esmás que una cifra más señalada por la suerte. Poetas ymendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines,todas las criaturas de aquella realidad desaforadahemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación,porque el desafío mayor para nosotros ha sido lainsuficiencia de los recursos convencionales parahacer creíble nuestra vida. Este es, amigos, el nudode nuestra soledad.Pues si estas dificultades nos entorpecen a nosotros,que somos de su esencia, no es difícil entender quelos talentos racionales de este lado del mundo,extasiados en la contemplación de sus propiasculturas, se hayan quedado sin un método válido parainterpretarnos. Es comprensible que insistan enmedirnos con la misma vara con que se miden a símismos, sin recordar que los estragos de la vida noson iguales para todos, y que la búsqueda de identidadpropia es tan ardua para nosotros como lo fue paraellos. La interpretació n de nuestra realidad conesquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vezmás desconocidos, cada vez menos libre, cada vez mássolitarios. Tal vez la Europa venerable sería máscomprensiva si tratara de vernos en su propio pasado.Si recordara que Londres necesitó 300 años paraconstruirse su primera muralla y otros 300 para tenerun obispo, que roma se debatió en las tinieblas de laincertidumbre, durante 20 siglos antes de que un reyetrusco la implantara en la historia, y que aún en elsiglo XVI los pacíficos suizos de hoy, que nosdeleitan con sus quesos mansos y sus relojesimpávidos, ensangrentaron a Europa como soldados defortuna. Aún en el apogeo del Renacimiento, 12 millansquenetes a sueldo de los ejércitos imperialessaquearon y desbastaron a Roma y pasaron a cuchillo aocho mil de sus habitantes.No pretendo encarnar las ilusiones de Tonio Krüger,cuyos sueños de unión entre un norte casto y un surapasionado exaltaba Thomas Mann hace 53 años en estelugar. Pero creo que los europeos de espírituclarificador, los que lucha también aquí por unapatria grande más humana y más justa, podríanayudarnos mejor si revisaran a fondo su manera devernos. La solidaridad con nuestros sueños no nos harásentir menos solos, mientras no se concrete con actosde respaldo legítimo a los pueblos que asuman lailusión tener una vida propia en el reparto del mundo.América Latina no quiere ni tiene por qué ser un alfilsin albedrío, ni tiene nada de quimérico que susdesignios de independencia originalidad es conviertanen una aspiración occidental. No obstante, losprogresos de la navegación que han reducido tantasdistancias entre nuestras Américas y Europa, parecenhaber aumentado en cambio nuestra distancia cultural.¿Por qué la originalidad que se nos admite sinreservas en la literatura, se nos niega con toda clasede suspicacias en nuestras tentativas tan difícilescambio social? ¿Por qué pensar que la justicia socialque los europeos tratan de imponer en sus países nopueden ser también un objetivo latinoamericano conmétodos distintos en condiciones diferentes? No: laviolencia y el dolor desmesurados de nuestra historiason el resultado de injusticias seculares y amargurassin cuentos, y no una confabulación urdida a 3 milleguas de nuestra casa. Pero muchos dirigentes ypensadores europeos lo han creído, con el infantilismode los abuelos que olvidaron las locuras fructíferasde su juventud, como si no fuera posible otro destinoque vivir a merced de los dos grandes dueños delmundo. ¡ Este es, amigos, el tamaño de nuestra soledad!Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y elabandono, nuestra respuesta es la vida. Ni losdiluvios, ni las hambrunas, ni los cataclismos, nisiquiera las guerras eternas a través de los siglos ylos siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz dela vida sobre la muerte. Una ventaja que aumenta y seacelera: cada año hay 74 millones más de nacimientosque de defunciones, una cantidad de vivos nuevos comopara aumentar siete veces cada año la población deNueva York. La mayoría de ellos nacen en los paísescon menos recursos, y entre estos, por supuesto, losde América Latina. En cambio , los países másprósperos han logrado acumular suficiente poder dedestrucción como para aniquilar cien veces no sólo atodos los seres humanos que han existido hasta hoy,sino a la totalidad de los seres vivos que han pasadopor este planeta de infortunios.Un día como el de hoy, mi maestro William Faulknerdijo en este lugar: “Me niego a admitir el fin delhombre”. No me sentiría digno de ocupar este sitio quefue suyo si no tuviera la conciencia plena de que porprimera vez desde los orígenes de la humanidad, eldesastre colosal que él se negaba a admitir hace 32años, es ahora nada más que una simple posibilidadcientífica. Ante esta realidad sobrecogedora que através de todo el tiempo pareció ser una utopía, losinventores de fábulas que todo lo creemos nos sentimoscon el derecho de creer que todavía no es demasiadotarde para emprender la creación de la utopíacontraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida,donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma demorir, donde de veras sea cierto el amor y sea posiblela felicidad, y donde las estirpes condenadas a cienaños de soledad tengan por fin y para siempre unasegunda oportunidad sobre la tierra.


G.Garcia marquez.Estocolmo 1982

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